miércoles, 27 de agosto de 2008

Canción de hielo y fuego - GEORGE R.R. MARTIN

Reconozco que empecé sin mucho interés y con no poca pereza el primer volumen de esta saga de George R.R. Martin denominada "Canción de fuego y hielo". La perspectiva de hipotecar parte mi futuro literario con una hexalogía (¿se dirá así?) en la que cada volumen ofrecía una media de 600 a mil páginas, no me emocionaba particularmente. Además, las personas que me habían recomendado estos libros consideraban la Dragonlance y el espeluznante R.A. Salvatore como sus pilares literarios. Con todos mis respetos a la opinión de cada cual, prefería, no sé, algo más de chicha. De todos modos, coincidió una de aquellas ocasiones en las que tenía unos días libres y ganas de embarcarme en alguna lectura provechosa; en conclusión, que cogí los dos primeros tomos de la saga, que responden a los manowarianos nombres de "Juego de tronos" y "Choque de reyes".
Quiso la casualidad que acabara de leer justo antes la "Historia de Inglaterra", de Maurois (alias Herzog) y que la serie de Martin no es otra cosa que una historia de Inglaterra pasada por el tamiz de la fabulación y de la fantasía. Las crónicas de Westeros, la tierra que sufre desgarrada por conflictos internos entre los tropecientos reyes que quieren hacerse con el Trono de Hierro, es la historia soterrada de la guerra de las Dos Rosas, la invasión normanda, los enfrentamientos entre la Iglesia y la monarquía inglesa, la rebelión de los lobardos, el asesinato de Thomas Beckett, etc...Aderezada, eso sí, con dragones, mazmorras, muertos vivientes, magia negra y unos toquecillos de exotismo provinientes de las andanzas de algunos de los personajes en tierras lejanas (del tipo territorios potencialmente colonizables).
En realidad, la cosa se presenta de la siguiente guisa: cae el rey Robert Baratheon, que mantenía más o menos cohesionado Westeros. A su muerte, cual setas en otoño, surgen un buen montón de pretendientes al trono, que se putearán continuadamente y sin descanso durante todos los libros hasta "Festín de cuervos", que es el último que he leído.
Para complicar la cosa, las casas de noblezuelos de turno se meten en el fregado para colaborar con este u otro pretendiente, según les venga, mientras se forman las inevitables facciones de renegados, fanáticos religiosos y proscritos heroicos. Como es de esperar se suceden las traiciones, ejecuciones, tropelías, huidas, pactos, matrimonios de conveniencia, batallas y batallitas, asedios, caídas en desgracia, ascensos al poder y demás, todo esto salpimentado por mucha descripción de paisaje y sobre todo, una aparentemente interminable enumeración de personajes y estandartes. El libro acaba convirtiéndose en un relato tan extenso y abigarrado como agotador; a ratos resulta apasionante y a ratos te entran ganas de tirarlo por la ventana de puro hartazgo. El autor se asegura la continuidad de la lectura enganchando de vez en cuando un golpe de efecto trepidante e inesperado, como la muerte de un personaje principal o la reaparición de algún otro que ya dabas por finiquitado.La técnica es resultona y por eso no decides quemar el libro después la enésima descripción del paisaje de Invernalia o la reiteración de situaciones y pensamientos de personajes, mucho más evidente en el original en inglés que en la traducción al español.
Como estos libros están de moda y los aficionados al fantástico chochean con todo lo que tenga que ver con la hexalogía en cuestión, ya tenemos juego de mesa, juego de rol, juego de cartas, camisetas, figuritas e incluso monedas. Todo al servicio de una franquicia que, desde su reducto todavía alejado del mainstream, gana seguidores a pulso, gracias a una incuestionable calidad al margen de estrategias comerciales. Recomendado.

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